Buena parte
de los llamados “Progresistas” de Cali y el departamento del Valle del Cauca, al
igual que la mayoría en el país, venimos de la llamada Corriente Democrática que ejerció la política al interior del PDA.
Para no
llover sobre mojado, digamos que estamos acompañados, unos mas que otros, de
experiencias ricas en triunfos y derrotas pero siempre del lado de los menos
favorecidos. Cuando avanzamos es porque obtenemos logros que hacen que nuevos
objetivos se conviertan en nuevos propósitos para nuevas luchas que unas veces
ganamos y otras perdemos.
Pero la
verdad es que los balances dejan mucho que desear. Algunos hemos trasegado por
los caminos de la violencia, otros nos pegamos a las luchas sociales y otros a
la política electoral. Sin duda, todos hemos avanzado. Somos conscientes de los
grandes avances que nos trajeron la Constitución de 1991 –que ayudamos a
escribir- y algunas experiencias de gobernanza en el departamento, en la ciudad,
y en algunas poblaciones que le han servido al pueblo pero que al final no
hemos sabido aprovechar y son relativamente pocos los avances políticos, sin
desconocer que la mayor enseñanza de nuestros triunfos es, ¡que si se puede!
Digamos
también que buena parte de esos pocos avances se deben a la falta de iniciativa
que como colectivo hemos tenido. El hecho de no haber lanzado candidatos
propios o en alianzas claras, para la elección de gobernantes regionales y
municipales que se libraron en octubre del año anterior, prácticamente nos saco
de la política en nuestro propio territorio. Son claras las reglas de juego que
“cuando de participar se trata: hay que estar allí, so pena de desaparecer”.
Sin
embargo, por aquello de las trampas, por parte de la clase política y de las
mafias insertas en el juego “democrático” hubo necesidad de repetir elección de
gobernador y para ello los partidos gobiernistas de todos de los colores se
pusieron de acuerdo e hicieron una “manguala” que les garantizaba gobernador,
porque allí estuvo toda la maquinaria y además, al comprometer a todas las
siglas –incluidas algunas que se tenían como alternativas- los grupos
significativos de ciudadanos nos quedamos sin avales. Las discusiones a nuestro
interior nos indicaron con toda claridad la fuerza que podía tener una propuesta como la del Voto en
Blanco, que inmediatamente pego con fuerza en Cali y el resto del departamento.
Ahí
aparecen las falencias de cuerpo; un colectivo que realiza tareas de
concientización, discusión interna y conceptualización no necesita mayores
recursos, pero cuando de adelantar una tarea como es una campaña, así sea por
el voto en blanco, si los necesita. La verdad, fueron muy pocas las acciones que
como colectivo de Cali realizamos en el resto del departamento. No así en la
ciudad donde hicimos presencias solas o acompañados de aliados que aparecían de
todas partes, con muy buena recepción de la propuesta por parte de las gentes,
que después pudimos constatar, al momento de contabilizar los votos.
La
propuesta fue buena y necesaria. Nadie imaginó un mundo de sufragios, se temió
por la gran abstención y así fue. Menos del 20% del potencial electoral hizo
uso de su derecho y de ellos solamente un poco mas del 8% Lo hizo por el
candidato de la manguala. El voto en blanco fue aventajado por el candidato
ganador en Cali por menos de diez mil sufragios y en todo el territorio
ocupamos el tercer lugar con 133.000 votos en blanco, incluidos los ochenta mil
que sacamos en Cali. Por debajo del candidato del ex senador Martínez, ganador
en las dos últimas ocasiones, y del Dr. Ubeimar -líder de la Manguala- y hoy
gobernador. Solo aventajamos al candidato del Polo que alcanzo 23.000 votos en todo el departamento.
Sin duda el
resultado es satisfactorio dada la escases de recursos económicos, al poco
tiempo de campaña y las fuerzas que enfrentamos.
Ahora, aquí
estamos, enfrentados al reto que constituyen ochenta mil personas en Cali y
cincuenta mil mas en el resto del departamento que vieron en la propuesta del
voto en blanco, una nueva forma de hacer política. Vivieron jornadas de
caminatas inter barriales alegres, llenos de música, de gente alegre que
simplemente decían que había que votar en blanco porque ninguno de los
candidatos convencía. Que si ganaba el voto en blanco, se tenía que repetir la
elección.
A eso le
apostaron los vallecaucanos, pero además, los que asistieron a las reuniones
pudieron observar a un grupo de ciudadanos bien dispuestos por obtener un
gobierno que se preocupe mas por los gobernados que por los gobernantes, en
busca de un candidato diferente a los tradicionales, gente que los abordaba
para hablarles de las cosas cotidianas, de la violencia, la paz, los derechos
humanos, siempre para concluir que amamos la convivencia entre diferentes, sin
exclusiones, que somos defensores de la naturaleza y amigos del Alcalde Mayor
de Bogotá.
Muchas de
esas personas son gentes que no creen en las instituciones, que no creen en la
política, que piensan que ningún
gobierno sirve, algunos jóvenes entusiastas para quienes todo es rumba,
pero que se asoman a la política por lo “chévere” que es vivir esa experiencia
y otros convencidos de la necesidad del cambio para quienes se hace necesario
un tratamiento especial, porque son el futuro. También llegaron hombres y mujeres
que viven acosados por la falta de trabajo en una comunidad donde “todo es
dinero”. Así vivimos en esta patria tan inequitativa, la de mayor desigualdad
social del mundo, una de las mas violentas del planeta, donde la derecha en el
poder violenta y desconoce derechos universales, pero donde la izquierda no
avanza, no ha demostrado ser alternativa, aunque a veces gana poder, las
cosas no cambian. Es mas, no se despoja de males como la corrupción y hasta a
su manera cae en ella. Por eso para el Progresismo la Alcaldía Mayor de Bogotá
es el reto y merece todo el apoyo. Los mayores esfuerzos deben dirigirse al
ejercicio de esa gobernanza.
En ese
contexto, es buena la discusión pero no puede ser eterna, la gente espera que
se le convoque, ojalá no solo para que vote, también para que participe en
procesos que la democracia ofrece y donde ellos son parte fundamental. Estamos
viviendo un momento decisivo en nuestras vidas y en la vida de la organización
política a la que al final lleguemos. Por eso se hace necesario un análisis de
contexto general y unas directrices nacionales de principios y valores,
resultado de nuestras propias vivencias culturales, de estructuras adecuadas y lógicas,
fruto del acumulado de experiencias y del análisis juicioso donde las regiones
sean la base. Sin imposiciones, sin camarillas, sin roscas. Por el contrario
que sean ejemplo de participación y democracia.
Creemos en
la riqueza conceptual e histórica fruto de nuestras propias vivencia como
pueblo, en las nuevas corrientes democráticas que se vienen dando en el mundo,
como la llamada Primavera Árabe, el Movimiento de los inconformes de Europa y
América, los desarrollos democráticos que se están produciendo en América
Latina y los cambios que observamos en Asia, que no son casuales, son resultado
de esa búsqueda interminable de la humanidad en su certeza de que “un mundo mejor es posible”.
Colombia,
nosotros, no somos la excepción, tenemos la certeza de la necesidad de cambios
sociales, económicos, ambientales y políticos profundos y nos asalta la duda de
si la medida de ellos esta clara en nosotros, de si podemos solos, de si es la
izquierda y solo ella, de si la verdad es solo nuestra, o si solo tenemos una
parte de ella, o si también, en fuerzas políticas afines hay una buena carga de
razones legítimas y complementarias.
Afortunadamente,
cargamos una cesta llena de certezas y de dudas. Afortunadamente las
experiencias individuales y del colectivo nos permite ver el horizonte. Intuimos que gracias al camino recorrido
podemos visualizar la “política del amor” y la “democracia de montoneras” de que habla Petro, pero
necesitamos vivirlas como pueblo porque estamos en busca de lo nuevo.
Muchas gracias.
Contacto jyamelr@gmail.com