REFLEXIONES SOBRE LA POLITICA DEL AMOR
Por: Nieves Vásquez (Cali,4/03/2012)
En nuestra cultura, al escuchar la palabra “amor”,inevitablemente se nos forma la imagen de uncorazón atravesado por la flecha de Cupido. Pensamos en el amor romántico, enlas parejas que van por ahí, por las calles, escondidas en los portones de lascasas dándose besos a hurtadillas. Romanticismo este, en la mayoría de ocasiones, cargadosolo a las mujeres como sinónimo de cursilería.
Unos conceptualizan el amor, otros lo definen, lo explican, loescriben, lo gozan, lo disfrutan, lo sufren, pero hay un lugar común: todosdecimos haberlo sentido.
A partir del llamado de Petro sobre la política del amor, mellaman la atención, dos nociones del amor, que en algún lugar se juntan:
El amor Divino que marcó la era, por medio del cual Jesúsentrega su vida de manera incondicional por el perdón de pecadores y predica el amor universaldesde la entrega al prójimo, al otro, a los otros; Carlos Mejía Godoy lodescribe bellamente en la “Misa Campesina Nicaraguense”, la cual, durantesuestreno en Solentiname, fue interrumpida por los guardias y posteriormenteprohibida.
Vos sos el Dios de los pobres,
el Dios humano y sencillo,
el Dios que suda en la calle,
el Dios de rostro curtido,
por eso es que te hablo yo
así como habla mi pueblo,
porque sos el Dios obrero,
el Cristo trabajador.
el Dios humano y sencillo,
el Dios que suda en la calle,
el Dios de rostro curtido,
por eso es que te hablo yo
así como habla mi pueblo,
porque sos el Dios obrero,
el Cristo trabajador.
Frente este sentimiento de amor Divino, mediado por la fe y porlo mismo, vivido de maneraparticular de acuerdo a las propias certidumbres; se atraviesan las brillantesreflexiones de Aristóteles respecto al amor entre amigos y los compromisoséticos que implica la amistad.
Me pregunto por qué ARISTOTELES le dedica tanto espacio a lapolítica? Y también a los afectos? Queencontró Aristóteles de común entre la política y el afecto?
Según Aristóteles, la reproducción y la conservación hace que alos hombres se vuelvanamigos y quieran vivir unidos, primero en la familia, luego en la aldea (uniónde varias familias) y por fin en la ciudad-estado (ni muy pocos, ni demasiadoshabitantes).
La ciudad es según él, una comunidad de hombres libres unidospor la amistad, que se orientan a la finalidad de vivir bien, por tanto,propendiendo por una convivencia conveniente a todos, es decir, conforman unaCOMUNIDAD POLITICA. La amistad posibilita la unión entre los ciudadanos y por lo mismo,mantiene unida a las ciudades. Así pues, el Estado debe proporcionar lascondiciones para satisfacer las necesidades primarias y materiales de losciudadanos y velar para que la ciudad alcance la Felicidad. Por tanto, surge lapremisa ética, que supedita el actuar individual a las exigencias comunitarias.
Para el funcionamiento de la ciudad-estado, planteada porAristóteles, no basta aunarvoluntades hacia un mismo fin; se requiere también de leyes sensatas yapropiadas, que respeten las diferencias, y donde a los ciudadanos se les eduquepara la responsabilidad civil dentro de la libertad.
De este postulado se desprenden principios de democracia yética, que nacen del sentimiento del amor, de la amistad, de los afectos:Reglas del juego claras, respeto por la diferencia, responsabilidad y libertad.
Si claro, se conceptualiza el carácter social del hombre, perotambién se invita a pensar que los afectos, la amistad, el amor sonsentimientos necesarios y gratificantes para la propia vida; en tanto que deestos surge la necesidad del bien común. El deseo del “bien del amigo por elamigo mismo”.
En nuestro contexto, tal bien común, no es otro que los DerechosFundamentales sabiamente plasmados en la Constitución Política y desarrolladospor la Corte Constitucional, a través de conceptos como el de la confianzalegítima y el principio deprogresividad de los derechos.
Por eso amo el amor, el amor divino, el amor universal; peroseguiré amando a Romeo y Julieta, al gato en la oscuridad, a Charles Aznavour,Armando Manzanero, Serrat, Roberto Carlos y al último romántico de Nicola DiBari.
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