ATISBOS ANALÍTICOS 162, CALI, NOVIEMBRE 2012. Por Humberto Velez Ramirez: E-mail: humbertovelezr @gmail.com
El proceso de negociación (No 4, 10-11-2012)
PALABRAS: 1.207.
EN COLOMBIA, EN
LO SEMÁNTICO, EL NOMRE
DE LA PAZ ES
BASTANTE LARGO.
¿QUÉ NEGOCIAR Y
CON QUIEN?
En Colombia construir paz- y
mientras exista lo humano con su inconfundible sabor conflictivo, siempre habrá
que construirla- implica, ante todo y sobretodo, justicia social, pero, al mismo tiempo,
encierra muchas otras cosas medulares. Repasémoslas bajo una mirada de conjunto:
Una radical
e integral reforma rural[1]. En Colombia, en
su larga historia de frustraciones, en tres ocasiones -1860-1930 y 1970- la
posibilidad real de una reforma agraria, de modo claro, ha sido traicionada. Ahora en el 2012, en sus dimensiones centrales, una reforma rural debe cubrir: a. la tierra o sea la reforma de su estructura de tenencia
(distribución, uso disfrute y
disposición); b. el territorio o sea la dignificación de la casa o hábitat social de
los campesinos raizales; c. las
condiciones materiales (vías de comunicación, créditos, asistencia técnica…),
sociales (vivienda digna, educación,
salud, recreación…) y simbólicas (el
placer de vivir en el campo) de los trabajadores rurales; y d. la cultura rural: en esta coyuntura del 2102, de nuevo
los colombianos, al empezar a superar muchos mitos, estamos redescubriendo que
el campo todavía existe, que como nunca su significado es enorme; por eso el
país requiere apropiarse de una nueva cultura, que revalorice lo rural humano.
En un país de desarrollo económico y
técnico mediano pero que, al mismo tiempo, en materia redistributiva es uno de los más desiguales del mundo, una revolución social democrática
es uno de los nombres de la construcción de paz.
Una
profunda revolución social cultural: Recordemos que los vínculos que, en sus distintos
presentes pasados, han unido a los colombianos no han sido solidarios sino, más
bien, instrumentales buscando casi siempre algún beneficio rentístico- “te doy
para que me des”- y quedando casi
siempre enhebrados alrededor de alguna forma de competencia agresiva; se impone,
así, la necesidad de una nueva cultura social en la que lo solidario y cooperado ganen
terreno.
La
democratización efectiva del régimen político, espacio éste en
el que nunca han cabido las izquierdas, por culpa de ellas mismas o del propio
establecimiento, estructuralmente renuente
a la democracia de participación social y ciudadana
Una reforma electoral, que saque la
democracia de representación del lamentable estado de militarización, de
corrupción y de atraso en que naufraga.
La reinvención
y refundación del Estado: Cada día
que pasa, se evidencia más que con el Estado que heredamos - clasista en su
accionar, patrimonialista en la representaciones ciudadanas e inefectivo en lo
social- se carece de una herramienta socialmente efectiva para la construcción
de paz.
Entonces, en la Colombia actual, los nombres de la paz son, reforma rural, revolución social y cultural,
democratización del régimen político, reforma electoral y reinvención del
Estado. Es éste el contexto de historia en el que entra jugar una
quemante pregunta: ¿se requerirá que
todas esas transformaciones estén ya en marcha como condición sine qua non para
poder apoyar con vigor social y ciudadano el proceso de negociación que ya se
ha iniciado?
En nuestro concepto, no, y ello por
distintas razones. La más poderosa: el ámbito de la revolución social y de las
reformas estructurales es el de las
luchas sociales y no el de la producción de unos acuerdos para ponerle fin a
una confrontación armada a la cual, por otra parte, nunca ha estado ligada un
vigoroso movimiento social, lo que no significa que no haya tenido sus apoyos
políticos y ciudadanos. Por otra parte,
el final del conflicto armado solo es el principio de la construcción de paz,
su puerta de entrada y no su punto de llegada.
Claro que no se trata
de negociar sin negociar nada, como lo pretende Uribe. En la historia
del conflicto armado se destaca un horizonte al cual aquel siempre ha estado
amarrado: Los problemas de la tierra y de los territorios. Y como corresponde a
las lógicas de una negociación, ese referente es uno de los cinco puntos
pactados bajo la denominación abstracta de “desarrollo rural integrado”, un tema intermedio
entre la restitución de tierras y la reforma
agraria. Con la polvareda que van levantar los terratenientes improductivos con
esta apuesta- cuestión ésta que podría encontrar simpatías en sectores del
capitalismo agrario, industrial y de servicios- habrá más que suficiente.
Entonces, reforma agraria y política serían los puntos centrales de una negociación a la que le falta mucha pedagogía
de paz, así como la presencia de las víctimas directas de la guerra.
En nuestra opinión, aspirar a más
implica pasar por alto, en una triple dirección, las correlaciones de poder. En
primer lugar, las guerrillas de ahora, en lo militar no son las mismas de hace una década. Las Farc, por ejemplo,
han sufrido cambios importantes en su estrategia y posiciones territoriales y
aunque, a partir del 2008, ha venido alzando vuelo, sin embargo, se encuentran debilitadas
aunque no derrotadas. Por otra parte, el movimiento social por la paz, otro
factor esencial en las correlaciones de fuerza – plasmado ahora en la Marcha Patriótica, en el Congreso de los
Pueblos, en la Ruta social por la Paz, en la reactivación de la Red de Universidades
por la Paz y en Las Comunidades de Paz- se encuentran en pleno esfuerzo por
articular e imbricar las múltiples y valiosas y heroicas expresiones de
resistencia -social, política y cultural- que es lo que en Colombia podemos llamar
movimiento social. Pero, el mundo simbólico también hace parte de las
relaciones de poder y, por eso, en la actual coyuntura también juegan el 72% de
simpatías ciudadanas con el proceso.[2]
Esto no obstante, como lo está corroborando en sus estudios empíricos nuestro grupo de apoyo de
la LUMEN GENTIUM, las esperanzas ciudadanas son enormes, pero la incredulidad
práctica de la gente no se queda atrás.[3]
Claro que el debate sobre una
reforma agraria será inviable si se lo descontextualiza del Modelo de
desarrollo vigente para el campo. Los dos bandos de sobra ya saben que el
patrón de la negociación no será o capitalismo o socialismo, pero también saben
y lo calla, sobre todo, el Estado, que los términos referentes centrales van a
ser o neoliberalismo o antineoliberalismo, por lo menos para
el manejo de la cuestión rural. Será ésa
una genuina TROYA IDEOLÓGICA, que si no se la resuelve, de modo adecuado,
llevará al proceso a un irremediable fracaso.
Y del movimiento social por la
paz, ¿qué? El y sólo él será el sujeto histórico de la construcción de paz en
el país; entonces, deberá aprovechar
esta coyuntura de oportunidad, para apoyar de modo crítico el proceso, para
cualificarse y continuar construyéndose como tal.
Por lo tanto, a él dedicaremos la
reflexión que haremos en el Atisbos 163 que, como todo lo que tenga que ver con
el pensamiento, debe ser crítica.
[1] .La noción de reforma rural, de la que la
reforma agraria sólo es una dimensión, ha sido propuesta por Absalón Machado,
“Apreciaciones no ortodoxas sobre la
reforma agraria”. Ponencia, Bogotá, 9-06-2005.
[2] . Encuesta de GALLUP realizada entre el 20
y el 26 de octubre.
[3] .Nos referimos al Grupo de Estudiantes de
la especialización de Derechos Humanos promoción 2012.
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