viernes, 23 de noviembre de 2012

En Colombia, en lo Semántico, el Nombre de la Paz es Bastante Largo. ¿Qué Negociar y con Quién?


ATISBOS ANALÍTICOS 162, CALI,  NOVIEMBRE 2012. Por Humberto Velez Ramirez: E-mail: humbertovelezr@gmail.com

El proceso de negociación (No 4, 10-11-2012)
PALABRAS: 1.207.

EN COLOMBIA, EN LO SEMÁNTICO, EL NOMRE
DE LA PAZ ES BASTANTE  LARGO.

¿QUÉ NEGOCIAR Y CON QUIEN?

En Colombia construir paz- y mientras exista lo humano con su inconfundible sabor conflictivo, siempre habrá que construirla- implica, ante todo y sobretodo,  justicia social, pero, al mismo tiempo, encierra muchas otras cosas medulares.  Repasémoslas bajo una mirada de conjunto:

Una radical e integral reforma rural[1]. En Colombia, en su larga historia de frustraciones, en tres ocasiones -1860-1930 y 1970- la posibilidad real de una reforma agraria, de modo claro, ha sido  traicionada. Ahora en el 2012, en   sus dimensiones centrales, una reforma rural  debe cubrir: a. la tierra o sea la reforma de su estructura de tenencia (distribución, uso  disfrute y disposición); b. el territorio o sea la  dignificación de la casa o hábitat social de los campesinos raizales; c. las condiciones materiales (vías de comunicación, créditos, asistencia técnica…), sociales (vivienda digna, educación, salud, recreación…) y simbólicas (el placer de vivir en el campo) de los trabajadores rurales; y d. la cultura rural: en esta coyuntura del 2102, de nuevo los colombianos, al empezar a superar muchos mitos, estamos redescubriendo que el campo todavía existe, que como nunca su significado es enorme; por eso el país requiere apropiarse de una nueva cultura, que revalorice lo rural humano.

En un país de desarrollo económico y técnico mediano pero que, al mismo tiempo, en materia redistributiva es  uno de los más desiguales del mundo, una revolución social democrática es uno de los nombres de la construcción de paz.

Una profunda revolución social cultural: Recordemos que los vínculos que, en sus distintos presentes pasados, han unido a los colombianos no han sido solidarios sino, más bien, instrumentales buscando casi siempre algún beneficio rentístico- “te doy para que me des”- y  quedando casi siempre enhebrados alrededor de alguna forma de competencia agresiva; se impone, así, la necesidad de una nueva cultura social  en la que lo solidario y cooperado ganen terreno.

La democratización efectiva del régimen político, espacio éste en el que nunca han cabido las izquierdas, por culpa de ellas mismas o del propio establecimiento, estructuralmente renuente  a la democracia de participación social y ciudadana

Una reforma electoral, que saque la democracia de representación del lamentable estado de militarización, de corrupción y de atraso en que naufraga.

La reinvención y refundación del Estado: Cada día que pasa, se evidencia más que con el Estado que heredamos - clasista en su accionar, patrimonialista en la representaciones ciudadanas e inefectivo en lo social- se carece de una herramienta socialmente efectiva para la construcción de paz.

Entonces, en la Colombia actual, los nombres de la paz son, reforma rural, revolución social y cultural, democratización del régimen político, reforma electoral y reinvención del Estado. Es éste el contexto de historia en el que entra jugar una quemante pregunta: ¿se requerirá que todas esas transformaciones estén ya en marcha como condición sine qua non para poder apoyar con vigor social y ciudadano el proceso de negociación que ya se ha iniciado?

En nuestro concepto, no, y ello por distintas razones. La más poderosa: el ámbito de la revolución social y de las reformas estructurales es el de  las luchas sociales y no el de la producción de unos acuerdos para ponerle fin a una confrontación armada a la cual, por otra parte, nunca ha estado ligada un vigoroso movimiento social, lo que no significa que no haya tenido sus apoyos políticos y ciudadanos. Por otra parte, el final del conflicto armado solo es el principio de la construcción de paz, su puerta de entrada y no su punto de llegada.

Claro que no  se trata  de negociar sin negociar nada, como lo pretende Uribe. En la historia del conflicto armado se destaca un horizonte al cual aquel siempre ha estado amarrado: Los problemas de la tierra y de los territorios. Y como corresponde a las lógicas de una negociación, ese referente es uno de los cinco puntos pactados bajo la denominación abstracta  de “desarrollo rural integrado”, un tema intermedio entre la restitución de  tierras y la reforma agraria. Con la polvareda que van levantar los terratenientes improductivos con esta apuesta- cuestión ésta que podría encontrar simpatías en sectores del capitalismo agrario, industrial y de servicios- habrá más que suficiente. Entonces, reforma agraria y política serían los puntos centrales de una  negociación a la que le falta mucha pedagogía de paz, así como la presencia de las víctimas directas de la guerra.

En nuestra opinión, aspirar a más implica pasar por alto, en una triple dirección, las correlaciones de poder. En primer lugar, las guerrillas de ahora, en lo militar no son las mismas  de hace una década. Las Farc, por ejemplo, han sufrido cambios importantes en su estrategia y posiciones territoriales y aunque, a partir del 2008, ha venido alzando vuelo, sin embargo, se encuentran debilitadas aunque no derrotadas. Por otra parte, el movimiento social por la paz, otro factor esencial en las correlaciones de fuerza – plasmado ahora  en la Marcha Patriótica, en el Congreso de los Pueblos, en la Ruta social por la Paz, en la reactivación de la Red de Universidades por la Paz y en Las Comunidades de Paz- se encuentran en pleno esfuerzo por articular e imbricar las múltiples y valiosas y heroicas expresiones de resistencia -social, política y cultural- que es lo que en Colombia podemos llamar movimiento social. Pero, el mundo simbólico también hace parte de las relaciones de poder y, por eso, en la actual coyuntura también juegan el 72% de simpatías ciudadanas con el proceso.[2] Esto no obstante, como lo está corroborando en sus  estudios empíricos nuestro grupo de apoyo de la LUMEN GENTIUM, las esperanzas ciudadanas son enormes, pero la incredulidad práctica de la gente no se queda atrás.[3]

Claro que el debate sobre una reforma agraria será inviable si se lo descontextualiza del Modelo de desarrollo vigente para el campo. Los dos bandos de sobra ya saben que el patrón de la negociación no será o capitalismo o socialismo, pero también saben y lo calla, sobre todo, el Estado, que los términos referentes centrales van a ser o neoliberalismo  o antineoliberalismo, por lo menos para el manejo de  la cuestión rural. Será ésa una genuina TROYA IDEOLÓGICA, que si no se la resuelve, de modo adecuado, llevará al proceso a un irremediable fracaso.

Y del movimiento social por la paz, ¿qué? El y sólo él será el sujeto histórico de la construcción de paz en el país; entonces, deberá aprovechar esta coyuntura de oportunidad, para apoyar de modo crítico el proceso, para cualificarse y continuar construyéndose como tal.

Por lo tanto, a él dedicaremos la reflexión que haremos en el Atisbos 163 que, como todo lo que tenga que ver con el pensamiento, debe ser crítica.


[1] .La noción de reforma rural, de la que la reforma agraria sólo es una dimensión, ha sido propuesta por Absalón Machado, “Apreciaciones no ortodoxas  sobre la reforma agraria”. Ponencia, Bogotá, 9-06-2005.
[2] . Encuesta de GALLUP realizada entre el 20 y el 26 de octubre.
[3] .Nos referimos al Grupo de Estudiantes de la especialización de Derechos Humanos promoción 2012.

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