Atisbos analíticos 163, Cali, 15 de noviembre 2012, director,
Humberto Vélez Ramírez, Profesor Investigador de la Universidad del Valle. humbertovelezr@gmail.com
Proceso de
Negociación (Documento No 5, 15-11-2012).
1.346 palabras
¿Qué es esa cosa llamada
“Política
de Desarrollo rural integral?”
“Desarrollo
rural integral”, primer punto central de la negociación que se iniciará el
lunes 19 en la Habana, es una frase
abstracta pero bonita, que dividirá,
distanciará y exacerbará cuando en las próximas semanas cada parte, desde su visión particular, la aterrice en la compleja y grave cuestión rural colombiana. Pero, por algo, o
por mucho, será que gobierno y farc la pactaron como punto de despegue de las
conversaciones formales. Si en la Habana, las partes se abren a
acuerdos en torno a algunas de las dimensiones más substantivas del
complejo trío tierra-territorio-cultura rural, por mucho escozor y pujas y
pulsos que se susciten, podrá decirse que el proceso se ha iniciado por buen
camino.
Importa mucho recordar ahora que todo proceso de
negociación, cumplida la etapa de pre-negociación, se inicia con una agenda explícita dura, que se traduce en
posiciones cerradas, pero en el camino, aquella, de modo progresivo, va
explicitando la agenda oculta que,
silenciosa, recoge los logros esperados
por cada parte. De esa manera, las posiciones cerradas se van traduciendo en
posturas más abiertas… y así sucesivamente hasta llegar, tras múltiples
tropiezos, a un referente común que les permita fraguar acuerdos. Por lo tanto, desconocedoras o
malintencionadas son aquellas personas que atribuyen la agenda oculta solamente
a una de las partes cuando en este caso, por ejemplo, la tienen tanto la guerrilla
como el gobierno.
Santos ya ha adelantado los puntos
de partida en los que podría hacer “concesiones”: 1.mayor acceso a la tierra
(sin hablar, de modo explícito, de
reforma agraria); 2. Infraestructura para las zonas más apartadas; y.
3.prosperidad en igualdad en todo el
territorio. Como decir, un punto concreto, posibilidad de avanzar a una especie
de reforma agraria y dos puntos vagos, válidos para todo el país. Las Farc, por
su parte, se han movido entre el realismo y sus aspiraciones. Por ejemplo, en
entrevista concedida el 9 de noviembre al “Telégrafo” del Ecuador reflejaron
esa ambivalencia discursiva, dijeron que “se adaptan a las realidades”, pero
que reivindicaban una “una explotación
racional, acorde con una existencia digna del ser humano”. Por otra parte, en
sus “Reflexiones sobre la Agenda de la Habana”,
en las dos últimas semanas lo han reiterado, “El derecho a la tierra va más allá del derecho al suelo
y su titulación. Se trata de un derecho a la reapropiación colectiva
social del territorio, como parte esencial de un derecho a la vida, al
disfrute de la naturaleza en armonía con ella y el desarrollo de relaciones
sociales y de la cultura en el marco
de un desarrollo socioeconómico sostenible”.
Como decir que, como punto de partida, lo que los negociadores de
las Farc harán, será hacer explícita su concepción del “desarrollo rural
integrado” enhebrada alrededor del trío tierra-territorio-cultura rural y
ecológica; de allí pasarán a postular una reforma rural de la que la reforma
agraria será una dimensión central. Y en ese marco, buscarán introducir la
discusión sobre el uso del subsuelo en esta etapa de la historia económica del
país. Precisamente, lo contrario de lo que harán los negociadores del Estado.
Estos, de entrada, no explicitarán su
enfoque o concepción del desarrollo rural integrado buscando, más bien, salirse
de lo doctrinario conceptual para propender por acuerdos puntuales y
pragmáticos.[1]
Entonces, en esa puja y presión, se evidenciará que los parámetros o patrones
de esta negociación no son la pareja “socialismo
o capitalismo” sino, más bien, la inevitable tensión entre “neoliberalismo y
anti-neoliberalismo”.
En contraste con los enemigos de la negociación,
que han intentado presentar a estas farc como la reproducción de los comunistas
“come-niños”, valdría la pena destacar cómo ni en el discurso de Márquez en
Oslo ni en ninguna de las “Reflexiones” que han producido durante estas dos
semanas, ha habido una posición socialista o marxista sobre la cuestión
agraria. Por el contrario, han rescatado el discurso del liberal Murillo Toro
que, a mediados del siglo XIX, a propósito de la expropiación que se le hizo a
la Iglesia, la gran terrateniente de la
época, levantó la consigna “la tierra para quien la trabaje”. Universalizar el
derecho de la propiedad privada no tiene nada
de socialista y sí mucho de social liberal. En un contexto de
modernidad, esa consigna, alimentada y enriquecida por muchos estudios
académicos, diría, “la tierra para quien
la trabaje, un ciudadano colombiano que, dotado de una rica cultura rural y ecológica,
es el habitante de un territorio humanamente digno”.
Esta compleja y dificultosa negociación pasará por
muchos escozores y pujas y pulsos, que siendo inherentes a toda negociación,
sobre todo a una como ésta, serán aprovechados por sus enemigos para
enrostrarnos a sus amigos: ”Ya se lo habíamos
advertido, esto marcha hacia el más rotundo fracaso”. Destacamos lo
siguientes posibles momentos críticos: 1. ¿cómo debe participar la sociedad
civil? ¿De modo directo- las Farc- o a través de correos electrónicos- el Gobierno-?
En nuestro concepto, de modo directo las víctimas directas del conflicto
armado, y, de modo indirecto, las víctimas indirectas que somos todos.2. Otro
punto de fuertes pulsos será el de la definición de un punto equilibrio entre
las lógicas de la paz y las lógicas de la justicia, sobre todo en relación con
las víctimas, que tienen derecho a la verdad, justicia y reparación. Sea la que
sea, las Farc y el Estado - entre responsables no se pueden
absolver recíprocamente los pecados-
tienen que asumir la cuota de responsabilidad que les corresponde por el
daño causado a tantas víctimas.3.El problema del cese al fuego: será ésta una
demanda permanente, sobre todo ahora, cuando se ha iniciado, de parte y parte,
una re-escalada militar. En nuestra opinión, la posibilidad de un cese al fuego
no puede plantearse en abstracto sin considerar la situación real de las
relaciones de fuerza. Presuponiendo una relación de fuerzas favorable al
Estado, en la medida en que se vayan produciendo acuerdos concretos el cese al
fuego llegará, a no ser que las Farc, en una acción intrépida que las
reposicionarían en lo político, lo decreten de modo unilateral.
El otro escozor y pulso que se ha venido
produciendo es el asociado a las relaciones simbólicas entren las Farc y las
sociedades civiles. Al margen de las posiciones de la extrema derecha y de las manipulaciones de la dominación
mediática, las Farc deben aterrizar para aceptar la realidad del rechazo
generalizado a sus métodos y a algunas de sus conductas en anteriores
experiencias de negociación. La gente quiere la paz, ha empezado a apoyar a
Santos, pero el 57% de ella no cree que estas negociaciones tengan feliz
término.[2]
Pero, por desgracia la cultura de poder que ha prevalecido en Colombia ha sido
altamente valorizadora de “los que lo
detentan en un momento dado” siendo, por lo tanto, muy negativos sus
imaginarios colectivos sobre los que carecen de él, máxime cuando se trata de
la oposición armada. En condiciones tales, en los imaginarios colectivos,
negociación con el gobierno se asocia a un necesario sometimiento acrítico. Pero, este imaginario
colectivo se encuentra alejado de las
exfarc futuras, por lo menos, de las que
se han preanunciado: un movimiento que pasará de la insurgencia armada a la insurgencia
civil, es decir, que no pasará a la oposición genuflexa; que ha anunciado que
no se desmovilizará, sino que dejará las armas para dedicarse hacer política
tirando paz; finalmente, un movimiento
que ha dicho que no se reinsertará a la actual sociedad porque nunca ha
salido de ella, sino que, más bien, se instalará en su interior y que lo que
hará será contribuir a impulsar su transformación estructural.
Por lo tanto, si la negociación sale exitosa, las
sociedades civiles tendrán que acostumbrarse a
asimilar esa nuevo perfil
ideológico político de las antiguas ex-farc.
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